ENTRE SEGEDA Y NUMANCIA: Donde los romanos cambiaron el calendario


Entre las ciudades celtibéricas de Segeda (Mara, Calatayud, Zaragoza) y Numancia (Garray, Soria) se produjo un hecho transcendental para nuestra Historia, y es que los romanos decidieron cambiar el calendario para poder llegar a tiempo a su conquista del interior de Celtiberia. Así fue que el comienzo del año a partir de entonces se situó el 1 de enero y no el 15 de marzo (idus de marzo) como era costumbre, y por eso seguimos nombrando meses que no se corresponden con su numeración, como septiembre, octubre, noviembre y diciembre. Veamos que hay detrás de esta historia.
Todo comenzó con el incumplimiento del pacto establecido entre Segeda, capital de los celtíberos llamados Belos, con Roma, mediante el cuál, a cambio de ciertos tributos y el compromiso de no edificar nuevas ciudades en su territorio, el Senado romano mantendría con ella la paz.

El inicio de la ampliación de las murallas de la ciudad celtibérica para dar cabida a su creciente población en el 154 a.C., provocó la declaración de guerra de la potencia mediterránea, un mero pretexto para continuar su expansión por la zona, ya que ello no implicaba la construcción de nuevas ciudades. 


Ante el temor de tener que organizar la defensa con las murallas desprotegidas, los segedanos acudieron a pedir ayuda a sus vecinos arévacos de Numancia, quienes les acogieron generosamente, lo que a la postre les resultaría muy caro.

Es ahora cuando el Senado romano toma una decisión sin precedentes. En lugar de elegir a un pretor para dirigir la guerra, como era habitual hasta entonces, se designó al cargo político-militar más alto existente en la República, un cónsul, que tomaría posesión de sus funciones en las calendas de enero del año 153 a.C., quedando así fijada esta nueva fecha como el día en el que empezaba oficialmente el año. 
La presencia de la ciudad de Segeda desierta ante llegada del ejército romano dirigido por el cónsul Nobilior, provocó que éste tomase la decisión de darles alcance y obtener así una victoria rápida y sencilla, cayendo en la trampa preparada por la coalición de estas dos ciudades celtibéricas, conocedoras de los secretos de estas tierras, infringiéndoles una derrota por sorpresa que sacaría los colores a la ciudad eterna.
No obstante, en la escaramuza, el líder de los segedanos, Caro, encontró la muerte, provocando que los celtíberos cesaran su empeño guerrero y se reagruparan en Numancia, hecho que permitió a los romanos tomar aliento y preparar el asedio de la ciudad con la ayuda de los elefantes de los númidas que se incorporan al ejército tras remontar el valle del Ebro desde la costa levantina. Pero estos seres monstruosos a los ojos de un celtíbero, no supusieron el efecto esperado, pues una gran piedra arrojada desde las murallas de la ciudad arévaca dio de lleno a uno de ellos, provocando una estampida generalizada por el contagio del miedo entre estas bestias y a su vez, la de los soldados romanos que temían ser aplastados por su propia arma de guerra.
Los celtíberos, aprovechando el caos reinante, vuelven a salir de su fortaleza consiguiendo la huida de las tropas de Nobilior, quien encuentra refugio para pasar el invierno a 7 kilómetros de Numancia, en Renieblas, a la espera de la llegada del siguiente cónsul en la próxima primavera.
Aquí es donde entra en escena el general invierno que nunca olvidarían unos romanos mal preparados y pertrechados para aguantar a semejante enemigo desconocido. La situación debió ser de tal magnitud, que cuando hace acto de presencia el nuevo cónsul, Marcelo, éste opta por retirarse a Roma y enviar una delegación de celtíberos que negociaría una paz provisional, lo que supondría un breve respiro a numantinos y segedanos, estos últimos pudiendo regresar a su ciudad.

Veinte años pasaron para que Numancia cayera definitivamente ante el poder de la potente Roma, fueron muchas legiones las que desfilaron por sus agrestes tierras, encabezadas por generales que fracasaron en su empeño uno tras otro, como Quinto Cecilio Metello Macedónico, Quinto Pompeyo, Marco Popilio Laena, Cayo  hostilio Mancino, hasta qué llegó Cornelio Escipion Emiliano, que sería recordado desde entonces como "el numantino". 
En resumen, así fue como dieron comienzo las guerras numantinas y como Roma modificó su calendario. Se cuenta que los romanos con tan solo escuchar los gritos de estos aguerridos arévacos salían despavoridos. Sea cierto o no, Celtiberia está en el centro de nuestra Historia y como prueba de ello aquí tenemos el origen de nuestra manera de concebir el tiempo, eterno gracias a Numancia y Segeda.

Para más información sobre Numancia ver documental (pincha imagen):

Fuentes: