En un tiempo en el que los pastores abandonaban los pueblos y marchaban a extremar, las mujeres celebraban reuniones nocturnas al calor de una vieja chimenea cónica. Estos son los "trasnochos", momentos en los que se relataban antiguas historias y leyendas mientras se cosía, hilaba y cardaba la lana. Aquí va el nuestro en particular ...
La preocupación por lo que acontecerá es algo innato al ser humano, de ahí que desde la noche de los tiempos hayan existido múltiples y variadas fórmulas de adivinación.
Concretamente, entre los pueblos celtas, parece que fue común la predicción del futuro a partir de la observación del vuelo de las aves. Unos augures que, probablemente, fuesen llevados a cabo por sacerdotes especializados, a los que se les consideraría adivinos, como los vates galos o los faith de Irlanda. Aunque para el ámbito ibérico no conozcamos bien la figura sacerdotal que pudiera haber desempeñado dichas funciones.
No
obstante, entre las tribus lusitanas, Estrabón
(3, 3, 6) hace alusión
a la figura del
hieroskópos, quien se
encargaría de adivinar
el futuro observando la caída de los prisioneros al ser sacrificados
con un golpe mortal, o a partir del examen de sus vísceras sin
separarlas del cuerpo y de las venas del pecho del sacrificado.
Aunque
también conocemos la
existencia de otras muchas costumbres destinadas
a predecir el futuro, como a
partir de la observación de
las llamas del fuego del hogar,
de la
caída de rayos o del
vuelo de las aves, como así
recogiese Silio Itálico
(III, 345-354) para
los galaicos. O bien mediante la
interpretación de las
hondas formadas en determinados lagos tras arrojar en ellos unas hachas sagradas, costumbre esta última referida por
Suetonio (Galba,
8, 3) a
los pueblos del norte.
Incluso
nos han llegado noticias de
ciertas fuentes como lugares de augurio, caso
de las Fontes
Tamarici que describe
Plinio en el libro XXXI de su Naturalis
Historia y que situaría
entre los cántabros (Velilla del Río Carrión, Palencia).
Allí, la adivinación tenía lugar a partir de la intermitencia
irregular del agua, que de encontrarse seca la primera vez de su
visita significaba el anuncio de la muerte.
De tal manera, podemos intuir que los ritos adivinatorios debieron estar muy presentes entre los pueblos de la Céltica Hispana, hasta el punto que, durante las guerras numantinas, el propio Escipión tuviese que expulsar a aquellos adivinos y sacrificadores indígenas que campaban a sus anchas en los campamentos romanos, devolviendo así la disciplina a su ejército (Apiano. Iber, 85).
Si bien, no muy lejos de allí, en el ámbito de la alta sierra pelendona, en el corazón de Pinares Burgos-Soria, nos encontramos con una de esas piedras oscilantes que pudieron albergar algún ritual adivinatorio o de cumplimiento de promesas. La conocida “Piedra Andadera”, ubicada en el paraje La Mojonera; en medio de Los Pajareros y La Majada de la Juana de Salduero, aunque haciendo frontera con los límites de Molinos de Duero y Covaleda. Una enorme piedra de aproximadamente 10 metros cúbicos que se apoya sobre la cuerda sosteniendo un equilibrio inestable y que tiene la particularidad de que cuando se ejerce una presión por cualquiera de sus lados se mueve. Este tipo de piedras han sido empleadas en el ámbito celta en rituales religiosos de protección de la salud y la fertilidad, además de como elementos capaces de presagiar acontecimientos o desgracias, así como decisiones judiciales, como en el caso de la piedra oscilante del santuario de Nosa Señora de Barca en Muxía (La Coruña).
Piedra Andadera de Salduero (Foto Javi Calvo)
Otra piedra singular es la que llaman de los "Siete Infantes" o "Mesa de los Infantes", en la Sierra del Almuerzo (Soria), que no deja de ser un gran ortostato de piedra rectangular y aristas curvas de aproximadamente un metro cuadrado de superficie, en el que se aprecian cazoletas esculpidas, canalillos y una serie de signos esquemáticos que vendrían a conformar parte de un monumento prehistórico probablemente del Eneolítico. Es en este lugar donde, según la tradición popular, almorzaron los siete infantes de Salas poco antes de que se les apareciera la virgen, quedando su pie, las cucharas y los platos impresos en la misma roca.
Pero he aquí que en la propia Leyenda de los Siete Infantes de Lara también parece haber quedado inserta la costumbre de origen celta de realizar adivinaciones a partir del vuelo de las aves, como en el bosque de Canicosa (Burgos), donde según se narra, tuviese lugar el primer augurio referido al destino que sufrirían los hermanos. Una predicción que vendría a partir de un águila, animal que Martín Almagro-Gorbea pone en relación por su parecido con la predicción basada en el chillido del águila que recoge la Historia regum Britanniae del galés Geoffrey de Monmouth, una crónica pseudohistórica que debió escribirse entre los años 1130 y 1136. Del mismo modo que en la versión de la leyenda de de la Crónica de 1344 se habla también de una corneja diestra y siniestra, primer presagio que indicaría la recomendación de regresar a Salas y del que los infantes harían caso omiso.
Sin abandonar la zona, encontramos también en el Cantar del Mio Cid, concretamente al comienzo de su destierro, un doble augurio a través del vuelo de sendas cornejas. Unos córvidos que, de nuevo aparecerán en el episodio del paso del río Jalón tras un augurio favorable (I,858-859), muy propio del imaginario celta indoeuropeo, donde el agua es el punto del paso al Más Allá y que recuerda al famoso episodio del paso del río Lethes (Limia, Orense), considerado la puerta de ultratumba o río del Olvido por parte de los soldados romanos a los que se les ordenara cruzarlo (Estrabón Geo. III,3,4).
Para
finalizar, no podemos dejar de señalar que,
curiosamente, fue a partir de
dichos rituales adivinatorios de tradición céltica como se eligiese
el asentamiento de la futura ciudad de Ávila, cuya fundación se
remonta al año 1090 por la llegada de gentes procedentes de Lara y
Covaleda, tierras que, como hemos visto, presentan unas fuertes connotaciones celtas. Donde tanto la romanización, como los cambios que se producen en época visigoda y árabe fueron más débiles, por lo que dichas creencias y rituales relacionados con la adivinación, en cierta medida, pudieron haber perdurado más en el tiempo.
“Cuando
el Conde Don Remondo, por mandado del Rey Don Alonso que ganó á
Toledo, que era su suegro, ovo de poblar á Avila, en la primera
puebla vinieron gran compaña de buenos ornes de cinco villas, de
Lara é algunos de Covaleda. E de Lará vinien delante, e ovieron sus
aves á entrante de la villa, é aquellos que solían catar de
zagueros, entendieron que eran buenos para poblar alli, é fueron
poblar en la villa lo más cerca del agua. E los de cinco villas, que
venían enpos dellos,
ovieron esas aves mesmas.
E muño Entravemudo que binie conellos, era mas acabado agorador, é
dijo por los que primero llegaron, que bieron buenas aves, mas que
herraron en posar, por lo bajo, cerca del agua, é que serien bien
andantes siempre en fechos de armas, mas en la villa non serian tan
poderosos nin tan honrados como los que poblaren la media villa
arriba, é fizo poblar i aquellos, é oímos decir á los ornes
antiguos é desque nos llegamos asi los fallamos, que fue verdadero
este agorador, lo que dijo, probaron tocios muy bien é faciendo
servicio á Dios é á su Señor, acrecieron mucho en su honra é en
su poder, é entretanto vinieron otros muchos poblar á Avila, é
señaladamente Infanzones é buenos de Estrada, é de los ornes é
otros buenos ornes de Castilla, e estos se ayuntaron con los
sobredichos en casamientos y en todas las otras cosas que
acaecieron.”
Crónica Inédita de Avila
En
definitiva, una
prueba más de aquellas
creencias populares con
las que
el hombre tradicional analizaba su
realidad, intentando transformarla de acuerdo a unas prácticas mágicas que se creía
condicionaban los acontecimientos naturales. Prácticas
que, al
menos desde el siglo VI,
acabarían siendo denunciadas por la jerarquía eclesiástica,
especialmente
por parte de San Martín de Dumio
y
en posteriores concilios toledanos, hasta
finalmente quedar
relegadas a meras supersticiones.
Aún nos quedará el volver a levantar la vista para contemplar el vuelo de las aves, una vez más, sin temor, en busca de su ausente luz. De ese futuro incierto que parece haber abandonado a nuestros pueblos, sin saber que nos traerá el venturoso augur.
BIBLIOGRAFÍA
ALMAGRO-GORBEA,
M. (2018): “Los celtas. Imaginario, mitos y literatura en España”.
Almuzara. Córdoba.
DEL
RÍO CORNEJO, M.; DE VICENTE CÁMARA, N. (2006): “Salduero en el
corazón de Pinares”, Soria, Exma. Diputación de Soria, pp.
95–96.
MARCO
SIMÓN, F. (1987) “La religión de los celtíberos” en I
Simposium sobre los celtíberos. pp. 55-74
RUÍZ
VEGA, A. (2001): “La Soria Mágica. Fiestas y tradiciones
populares”. Centro Soriano de Estudios Tradicionales. Colección
“Los libros del santero” nº 2. Soria.