En la noche de San Juan tiene lugar en San Pedro Manrique una de las celebraciones más conocidas y mágicas de toda Europa, como es el paso del fuego. La festividad, ampliamente tratada por diversos etnólogos, engloba a su vez diversas celebraciones y elementos a tener en cuenta, que van desde la elección (en mayo) de las tres mozas casaderas o móndidas que presidirán la ceremonia tras el traslado de la imagen de la virgen, hasta el propio rito del fuego (noche del 23 de junio).
Ya en el día de San Juan desde bien temprano se da lugar a la “descubierta” o circunvalación de la ciudad por parte de las autoridades a caballo, el encuentro con las móndidas a su regreso y la vuelta por las cuatro parroquias, “la caballada”, la revisión simbólica de las murallas y una misa en la que las tres muchachas ofrecen los cesteños (concretamente sus arbujuelos) con los que han cargado en sus cabezas durante toda la mañana a las autoridades municipales. Finalmente y tras pingar “el mayo”, con un posible origen más reciente cada una de las tres mozas recitan unas cuartetas y a su término tiene lugar un baile en el que de nuevo autoridades y móndidas tienen el protagonismo.
Las tres muchachas vírgenes, vestidas de blanco, y llamadas "móndidas", como oficiantas de la fiesta se han puesto en relación con el mundum cereris o “canastillo de Ceres” (Caro Baroja), con paralelos en la celebración de las mondas de Talavera de la Reina donde no hay rito de fuego, así como con el culto a Demeter y con otras solemnidades extendidas por el Mediterráneo, véase el de la Palilia o Parilia, donde aparte del ritual del fuego existía también una ofrenda con canastillos llenos de dulces. Siguiendo la tradición popular, las móndidas representarían a las vírgenes que fueron a dar gracias al rey Ramiro I por haberles librado tras la batalla de Clavijo del “tributo de las cien doncellas” impuesto por el emir de Córdoba. Por nuestra parte, tanto las móndidas sampedranas como las que también se celebran en Sarnago (trasladadas al día de San Bartolomé el 24 de agosto) y las ya desaparecidas de Taniñe y Valdemoro en lo que a Soria se refiere, puede que formasen parte efectivamente del recuerdo de diferentes rituales de origen prerromano vinculados con la primavera , eso sí, reinterpretados y adaptados una y otra vez por los diferentes culturas que han poblado este entorno, desde el mundo clásico, sin un gran arraigo en este entorno serrano ganadero, hasta el medieval cristiano. Al respecto, basta recordar la existencia en el folclore del norte peninsular de algunas leyendas asociadas a un Culebre al que hay que vencer o realizar un ritual de desencantamiento y en muchos casos ofrecerle el tributo de una doncella, así como el parecido del tocado de las móndidas con el de algunas cerámicas numantinas.
Por otra parte, el paso del fuego, que junto a la Anastenaria del sur de los Balcanes son las únicas muestras de este rito en suelo europeo, supondría más un acto de valor e iniciación que un ritual de purificación. A pesar de haberse buscado su origen en relación con el mundo clásico,(semejanzas con rituales celebrados al pie del monte Soracte, en el santuario de la diosa Feronia de Etruria, donde los “Hirpi Sorani” andaban desnudos sobre la base de una hoguera, hay varios detalles que nos llevan a sugerir si no estaríamos ante una ceremonia orientada a la cohesión social y territorial de un grupo de origen celtibérico, todo ello envuelto de la sacralidad del día más mágico del año y de su transformación por el paso del tiempo.
Al respecto, contamos con el detalle de que la alfombra de ascuas del roble quemado que pisan los sampedranos la hace el Ayuntamiento y no los vecinos. Además, las móndidas, como hemos visto, hacen su ofrecimiento igualmente a las autoridades y no a la Virgen, aparte de que son éstos los que cierran en todo momento a caballo la comitiva que discurre con el pasacalles en el día de San Juan, fecha que se inicia con el encuentro entre estas doncellas y las autoridades que entran galopando desde las afueras de la localidad, dando paso a su vez a la tradicional caballada, donde nuevamente vemos como los mozos más aguerridos del lugar montan a pelo sus equinos a la carrera. No olvidemos tampoco el posible simbolismo que encierra el acto de revisión de las murallas por parte de los mandos, cuyo significado jugó un papel muy importante ya en los castros de la I Edad del Hierro (limitador espacial y demográfico, protección, acto de reafirmación sobre el territorio, etc.), ya en la misma Numancia, donde se han encontrado posibles indicios ceremoniales vinculados a la defensa mágica de ésta (dependencia adosada a la muralla NE excavada por González de Simancas e interpretada como un posible heroon), junto a las noticias que llegan del desmonte de una muralla celtibérica en la que había embutida un asta de ciervo en la localidad soriana de Blacos, recogido por Loperráez en el siglo XVIII. Tampoco podemos obviar lo que trasciende del acto de dedicar unas oraciones a los antepasados junto al cementerio, acto de reafirmación identitaria y territorial del vínculo que les une con sus antepasados, de los que todos descienden.
Con todo ello, la festividad aquí comentada podría englobar todo un cúmulo de ritos asociados al despertar de la naturaleza y a la fertilidad que algunos autores relacionaron con la festividad de Beltaine que anualmente celebraban los siete oppida celtibéricos de la cuenca del río Linares en un santuario común al aire libre, que no fue otro sino la actual dehesa mayor de San Pedro, además del significado de “la caballada” como reunión de la élite ecuestre de una comunidad celtíbera. A todo esto, se le sumarían connotaciones religiosas vinculadas al culto al sol, tal y como apuntara en su día Blas Taracena: La fecha elegida, el hecho de que el paso del fuego se haga en dirección al sol poniente y la vinculación del caballo al astro rey pueden ponernos en esta pista.
No obstante, estén ligados o no los actos de 23 y 24 de junio, el paso del fuego podría ser un elemento añadido recientemente, tal y como apuntara Carlos Álvarez a partir del hecho de que no aparezca citado en ninguna descripción anterior a los años veinte del pasado siglo. Por todo lo dicho, y aún como mera conjetura, nos resulta altamente sugestivo su vinculación ancestral más allá de la antigüedad clásica y más si tenemos en cuenta las similitudes de la pira de brasas (agrandada unos metros desde hace unos años) con el acto de la cremación de cadáveres en un ustrinum por parte de los celtíberos, quienes introdujeron este rito funerario en la región (Burillo et al,2014).
Ilustración de: Ramón Guillén López, ARECO S.L.
La lectura mágica de la festividad responde al ideal del hombre pre moderno, otra cosa es que podamos despojarla de sus capas y añadidos posteriores, tarea farragosa que sin embargo no debe frenarnos en nuestro afán por salvaguardar nuestras tradiciones ancestrales, aquellas que guardan el secreto de lo que somos.
Artículo completo y bibliografía: LA ESENCIA CÉLTICA DE LA "SORIA MÁGICA"
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